Si naciste de 1978 en adelante, te
libraste de hacer el servicio militar. A mí me llegaron dos cartas y pedí
prorroga de estudios. Cuando me llegó la tercera, ya se había profesionalizado
el ejército y me libré. La verdad, es que no me hubiera importado hacerla, a
fin de cuentas, hubiera sido una experiencia más. Compañeros míos de la carrera
que entraron antes que yo, sí la hicieron: algunos te lo pintaban como un año
perdido, otros te contaban anécdotas, y algún otro optó por el servicio social
sustitutorio por objeción de conciencia. Era algo por lo que todos tenían que
pasar sin excepción, a menos que en el reconocimiento médico, te salieran más
de seis dioptrías, fueras diabético, obeso, o tuvieras asma, o los pies planos.
Tenías que comprometer un año de tu
vida, para el cual tenías que cortar o posponer lo que estuvieras haciendo. A
esa edad algunos seguíamos estudiando, otros empezaban a trabajar, otros las
dos cosas… Digamos que ese año de tu tiempo, dejaba de ser tu tiempo porque así
estaba establecido por condición. Cuando la hizo mi padre, le tocaron dos años
en Melilla. Sí, dos años. Antes era el doble de larga. Desde el 2001, año en
que finalmente fue suspendido el servicio militar hasta ahora ¿qué es lo que ha
cambiado?
Digamos que era la primera vez en tu
vida, en la que legalmente tenías que cumplir con el Estado. Quizás la primera
vez, que tenías que cumplir con algo quisieras o no, ya que a menos que
estuvieras enmarcado en alguna de las situaciones médicas citadas
anteriormente, o fueses un puto enchufado de familia con pedigrí, de la mili no
te salvaba ni el Sursum Corda. Era lo
que había, y había que pasar por el aro sí o sí. Mira, de esto las feministas
nunca hablan ¿por qué será? Igual no les conviene, será eso. No han tenido que
pasar por ese aro “por cojones”. Esa carta no la recibieron nunca.
¿Tenía la mili
utilidad práctica REAL?
Pues hombre, sin guerras a tiempo
previsto no lo parece. Si el servicio militar hubiese sido un peso importante
en la formación académica, aparte de la obvia instrucción básica militar,
supongo que también lo hubiera llevado el Ministerio de Educación. Pero también
digo, que si hubiésemos tenido una máquina del tiempo, a veinte años vista y hubiésemos
predecido la lacra del paro juvenil actual, a los actuales ni-nis, la cultura
del “tengo todos los derechos y cero responsabilidad” y sobre todo, que ahora
nada está libre del filtro de la dictadura de la doctrina de género… pues
igual, no hubiera estado tan claro el suspenderlo.
Al menos definitivamente. Quizás
hubiera sido una opción C más o menos establecida, o una ocupación alternativa
más visible de lo que es el Ejército profesional actualmente. Podría haber sido
una tercera vía de inserción al mundo laboral, quizás sí ¿por qué no? Si no
estás estudiando, ni estás trabajando, podía haberse planteado a futuro como
una alternativa de formación profesional: también para ellas por supuesto, sin
diferencias. Claro, dices esto y parece que se va a abrir la tierra. Pero no,
no se abre la tierra: la vocación militar entre las mujeres existe, pese a
quien le pese.
No es que me guste el hecho de “moldear al varón”, es más, es un concepto que desprecio hasta lo profundo: no deja de ser un adiestramiento, una correa, un cajón en el que meterte y desde el que te dicen qué tienes que hacer con tu vida. No acepto que me obliguen a hacer nada, que ya voy yo solito a hacer lo que tenga que hacer; pero aun así, esa falta de molde o de compromiso ha afectado a la sesera en lo que ausencia de compromiso y obligación se refiere. Ahora parece que tenemos todos los derechos y ni un deber. Se ha perdido la cultura del esfuerzo y de tener que ganarse las cosas. Y así nos va, con toda nuestra libertad en campo abierto.
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