No sé si después de este artículo irá
a por mí la policía feminista, pero es un riesgo que tengo que correr. He dicho
bien, policía feminista no feminazi. Repito, no me he equivocado, he dicho
bien: f-e-m-i-n-i-s-t-a. Y además, toda la policía políticamente correcta en
general, aquella que defiende realidades que no existen y que dejan sin amparo,
a todo aquel o aquella que tiene afinidad por lo que experimenta en su vida
real, y no por lo que se imagina. Hoy hablaremos de realidad, explicada a
través de un ejemplo de ficción. Pero antes…
Los crímenes dentro de una sociedad
civilizada, no constituyen delito ni en la selva, ni en el mar, ni en el
desierto. Espera, ya oigo como me aporrean la puerta. Fuera del bloque, el escrache
llega hasta el paseo marítimo, se ha abierto una grieta en la corteza terrestre
justo bajo mis pies, y hay gente preparándose para un apocalipsis zombie, digno
de la quinta temporada de The Walking
Dead.
Ni voy a justificar tipo alguno de
violencia, ni voy a defender o a atacar a nadie, pero más de uno y más de una,
va a empezar a convocar la manifestación por whatsapp en cuanto termine de
leer. Bastará con decir, que en esta sociedad civilizada, queremos hacer las
cosas tan bien y tan perfectas, que el que no cumple con unos requisitos
ideológicos reconocidos, que se han elevado gracias a los lobbies al estamento
político, es básicamente un puto criminal.
El caso, es que solamente
consideramos que algo es delito, cuando antes previamente alguien ha señalado
con el dedo. Si la situación no se percibe, o no se denuncia, o no se hace
pública, o no se indexa como perjudicial, nociva o peligrosa,
independientemente del ente denunciante y de la gravedad del caso, simplemente
no se castiga, porque “aquí no ha pasado nada”. Dicho esto, me acabo de asomar
a la ventana y ya hay montada una cacerolada: ha venido la Colau… ¡han venido
hasta las Femen! y juraría que he visto a Willy Toledo, luciendo una camisa del
Ché con un palestino a juego. Con el calor que hace Guillermo, ya te vale.
Y no hablo de matar personas, hablo
de tener que demostrar que no has matado a nadie. Ojo, yo no creo en la
presunción de inocencia de nadie: creo en las pruebas y en los hechos. Insisto,
porque ya están sacando las tanquetas a la calle: creo en las pruebas y en los
hechos ¿se me ha entendido bien? Eso espero. ¿Cortar por lo sano? A veces es
necesario para que no se propague el tumor o la gangrena, cuando ya está
presente, pero no es la solución a los problemas. No, no lo es… esa no es la
cura contra el cáncer. Los tumores tienen su propio criterio, y aparecen donde
pueden crecer, no donde se les dice que aparezcan para tenerlos controlados.
NO
PIENSES EN UN ELEFANTE ROSA
Para que te hagas una idea, este
sindios, está relacionado con la percepción que queremos asociar a los
intereses de unos pocos. Pero ¿de quién? Pues querido amigo: concretamente, de
los agentes que tenemos a mejor o peor criterio, elegir para que nos
representen. Ojo, a nosotros y a nuestros intereses, que en algo se tienen que
parecer a los nuestros, aunque solo sea en la portada… si no, no les
elegiríamos. Me explicaré con un ejemplo de ciencia de ficción:
Imagínate que viviésemos en una
sociedad, en la que por una razón más o menos justificada en origen, los que
vistieran una camisa negra con un punto blanco como distintivo, fuesen
considerados criminales por pertenencia a banda armada. Ese punto blanco sería
el distintivo de su violencia, y lo llevarían ubicado como identificación, en
cualquier sección de la prenda. El hecho de vestir de esta manera, constituiría
delito por tener implicaciones graves. ¿Qué pasaría en una situación así? Te
recuerdo que esto es ciencia ficción, pero no deja de ser un ejemplo.
Nadie vestiría de esta manera, a
menos que quisiera identificarse como criminal de forma pública y explícita. La
gente optaría por otros colores para salir a la calle, el blanco sería un color
estándar, el opuesto a la violencia. Se podrían de moda las camisas blancas con
un punto negro, identificándose como las opuestas. Se saldría a la calle de
verde, de amarillo, de rojo, de azul… pero ojo, de colores lo más claros
posibles que no dieran lugar a equívocos. El que salga con una camisa de un
color muy oscuro, se la juega pero de verdad, a que le metan en la cárcel o le
condenen a muerte. Oye ¿y si alguien sale con una camisa negra a la calle? Seguimos
en modo ciencia-ficción ¿OK?
Realmente, salir a la calle con una
camisa negra, no supondría nada. No es delito, el color negro por sí solo, como
color de la prenda no querría decir nada. Pero enseguida saltarían las alarmas.
Todos buscarían el punto blanco distintivo del delito: más grande o más
pequeño, inconscientemente buscarían esa marca en la prenda deseando no
encontrarla para sentirse a salvo. Ante la duda y gobernados por el miedo a
resultar dañados, se alejarían de todo aquel o aquella que vistiese una camisa
negra, cambiarían de acera, llamarían a la policía por haber visto a un
sospechoso, etc. A quien llevase una camisa negra, se le prohibiría el acceso a
los lugares públicos, se le daría un trato de culpable por razones de
seguridad, teniendo que demostrar que no lleva el punto blanco como distintivo,
siendo víctima de todo tipo de discriminación.
QUIEN
HACE LA LEY HACE LA TRAMPA
¿Una consecuencia de todo esto? Las
fuerzas de seguridad, las instituciones y la ciudadanía en general, estarían en
contra y vigilantes, de todo aquel que vistiese una camisa negra, sin pararse a
buscar o no el punto blanco distintivo. En cambio, y amparándose en esa
presunción de culpa, los que vistieran de otros colores, estarían menos
vigilados y controlados al delinquir, manteniendo la presunción de inocencia.
Tendrían muchas más posibilidades de incumplir la ley, ya que no estarían
señalados de antemano.
Mientras tanto, los que vistieran de
blanco al no ser en ningún caso sospechosos de nada, sin presión social y sin
prejuicios, actuarían a placer. Serían los últimos en ser registrados o
detenidos. Si en algún lugar se cometiera algún delito, la primera acción sería
el buscar a alguien que vistiese una camisa negra. ¿Te imaginas? Oiga señor agente, es que no tenía otra cosa
que ponerme para ir a trabajar…
Imagínate la cantidad de recursos que
se destinarían a buscar puntos blancos en pendas de vestir negras, y en tener
vigilados solamente, a los que vistiesen de negro. Con este panorama, a
cualquier criminal verdadero le bastaría con ponerse la camisa por dentro o
simplemente, no ponérsela. Y así, hasta que después de unos cuantos delitos
descarados, terminaran por pillarle, no sin antes haber detenido a cuatro o
cinco sospechosos que vestían de negro… y que simplemente pasaban por allí.
¿Qué te parece esta historia? Pues así querido amigo,
legislan y actúan los políticos bajo la presión de los lobbies o grupos de
interés. Esto, ya está pasando y por desgracia, no es ciencia ficción. No son
camisas negras con puntos blancos, son otras cosas; pero ya nos imponen
comulgar con ellas. A lo mejor ya eres culpable de algún delito, incluso sin
saberlo o incluso sin haber hecho nada. Y seguro, que hay criminales campando a
sus anchas de forma cuasi-pública y notoria, y no pasa nada porque nadie les
señala antes con el dedo.
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