Rutina, obligaciones, cargas, facturas, compromisos
adquiridos y demás suelen ser las cosas que nos tiñen el día de color gris. Las
cosas buenas, parece que siempre caen con cuentagotas y quizás por eso sepan
mejor, porque son más escasas a simple vista y por escasas, siempre les damos
más valor.
No faltará algún docto o experto en autoayuda, que te
diga que cierres los ojos, respires hondo, cuentes hasta diez y que te imagines
una isla en medio del océano en la que todo es paz… y que cuando abras los
ojos, de pronto la vida será maravillosa. Aquí jamás te diremos algo así, jamás
te diremos que te engañes a ti mismo.
¿Sabes que es lo que sí te puedo decir y además de
corazón? Ante la duda, aprovecha el momento. No te lo diré en latín, porque
está muy visto y muy leído. Y te diré que lo aproveches, aunque ello te suponga
un error o una equivocación, aunque después te arrepientas. Arrepiéntete y cree en el Evangelio,
dicen por ahí. Yo simplemente te preguntaría, y me preguntaría a mí, si
realmente tengo algún motivo para arrepentirme de algo. No por hacer penitencia
o culpa, si no por haber sacado alguna vez los pies del tiesto, cuando ha
habido que hacerlo. Sobre todo por amor.
¿HAS HECHO ALGUNA COSA QUE
MEREZCA LA PENA MENCIONAR?
No es que me guste equivocarme, ni que quiera que la
cagues, es que es la única forma de perder el miedo, porque si hay algo en esta
(puta) vida (de mierda) por lo general, que nos hace perder buenos momentos y
cosas que realmente merecen la pena, es el maldito miedo. ¿Sabes una cosa? Te
confesaré que nunca he sido capaz de aguantar las mentes frías y calculadoras.
No soporto a ese tipo de personas, no me parecen humanas.
¿Por qué no las aguanto? Porque parece que gracias al
cerebro primario reptiliano que les gobierna, ni sienten ni padecen. Solamente
muerden y van siempre en ataque perpendicular y sin remordimientos hacia sus
objetivos. No disfrutan, simplemente devoran lo que les rodea sin mirar hacia
los lados. Son absolutamente anti-empáticos y jamás dudarán en aplicarte uno de
sus cálculos, morderte y devorarte en cuanto detecten un punto de apoyo o
debilidad.
A pesar de que parezca que evolutivamente les pueda ir
mejor en su vida delineada por objetivos calculados desde la barrera fríamente
tratada de lo que llaman inteligencia… no quiero ser como ellos. Yo al menos
puedo llamarme mamífero social, ellos son cyborgs incapaces de disfrutar. Vaya,
creo que hoy se me está yendo la pinza más de lo normal. Lo único que les
envidio, es que no parecen sentir miedo, al menos de puertas para fuera.
¿SE TE VA LA OLLA MUY
AMENUDO?
A veces lo pienso ¿qué será lo que me pase por la cabeza
en mi último momento? ¿habré hecho todo lo posible? ¿habré amado lo que tenía
que haber amado? La verdad es que cada vez me importan menos los resultados, y
cada vez más que lo que lleve por dentro coincida con lo que me pase por fuera.
Apto o no apto, pero ¿apto para quién?
Una vez vencido el miedo a la soledad, al menos de forma
cotidiana y por la costumbre, uno le llega a tomar gusto a las cosas pequeñas.
Y es verdad que se disfrutan más, pero también a veces da la sensación de que
el mundo se te hace pequeño. ¿Desafíos? ¿heroicidades? Esas ideas nunca
abandonan la cabeza de un hombre aunque esté sentado en una oficina haciendo
informes y respondiendo correos electrónicos. Son esas ideas las que no dejan
dormir.
Supongo que si fuera uno de esos tipos “preparados para
ejecutar sin mirar atrás” no me plantearía una sola duda. Uno ya es mayor para
desear ser como Superman cuando crezca, aunque ese pensamiento también está,
porque lo está. Una cosa si es verdad: siempre se puede hacer algo más de lo
que se hace, y lo de ser un héroe a medida del día a día no es más que un
discurso autocomplaciente.
Es la misma mierda de siempre: la zona de confort, o así
lo llaman comercialmente. Yo lo llamaría testosterona en sangre reflejada en la
vida real, o de una forma más gráfica: el diámetro de los testículos (para que
se entienda bien). El miedo es algo intangible, pero es lo único que puede
limitar al ser humano en condiciones normales.
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer,
aunque lo estés deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que antes,
porque lo que
acabas de leer aquí es verdad.
¿Qué no te gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas.
Vamos ¿por qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya
estás tardando…
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