Lo
tiene, claro que lo tiene. Negarlo sería absurdo. Y como todo mal en el mundo, es fruto de las
carencias, de experiencias concretas, de necesidades no satisfechas… pero
pintarlo así sería demasiado ambiguo y poco práctico. Todo empieza por la lucha
que todo hombre tiene dentro, entre su demonio hedonista y su ángel altruista.
Yéndonos a los extremos, esta lucha interior pinta muy bien la batalla que hace
que nos quedemos como hombres buenos de cara al mundo y nuestras relaciones, o
bien nos dejemos arrastrar al que podríamos llamar “lado oscuro”.
La
cuestión es que hablando de esfuerzo, voluntad y energía invertida, para un
hombre es más fácil dejarse arrastrar por la inercia a la dejadez, el dejarse
llevar por su hedonismo o bien llamémosle “lado oscuro”, pero ¿por qué ocurre
esto? Es una contradicción, porque a la mayoría de nosotros, nos han educado
precisamente para todo lo contrario. Mejor o peor, desde pequeñitos nos han
programado para ser responsables, para asumir cargas, para proteger, para mantener
y para salvar. De hecho, un hombre que no lleve esta programación en mayor o
menor medida, no es confiable. Ya que no tendrá límites para actuar solamente
en función de si mismo, no ya solo hablando de necesidades.
Por más
que pase el tiempo, el progreso, las épocas y las generaciones, estos
comportamientos siempre han sido, son y serán dados por hecho de cara al varón
y asociados a su valía como hombre. Hoy no voy a hablar de genes ni ancestros,
ni tribus primarias, ni de roles… o quizás de roles algo sí. Pero si el varón
no cumple con estos estándares de mínimos, no se le considera un “verdadero
hombre”. En el caso de los hermanos mayores, esto se ve de una forma mucho más
clara. Los que me estéis leyendo y seáis hermanos mayores en la familia, sabéis
exactamente de lo que os estoy hablando.
Básicamente,
un hombre al que podamos llamar “un buen hombre”, es aquel que tiene gobierno y
control sobre sí mismo, que sabe cuidar de los suyos y de la gente más próxima,
que no solamente piensa en sí mismo y que es capaz de afrontar y solucionar los
problemas que se le presenten. En pocas palabras: decimos que es “un buen
hombre” si tiene la capacidad de dar y de darse a los demás. Hablamos de
capacidad de entrega. Un hombre con esta capacidad, al menos sobre el papel y
lo que nos han enseñado en orden de ser así, es un hombre querido y respetado,
digno de admiración ¿verdad? Pues ahí justo está el problema: en la recompensa.
BIENVENIDO A TU LADO OSCURO
Es
fácil de entender: si a un hombre el camino marcado como bueno, no le reporta
ninguna gratificación, ninguna satisfacción, ningún premio… cada vez se
esforzará menos por ser “un buen hombre”. Si además nuestro amigo, mira a su
alrededor y ve que otros que no siguen su código de buenas prácticas, obtienen premio
y mayor satisfacción que él, es solo cuestión de tiempo que nuestro hombre
abandone el camino de la entrega, y poco a poco vaya pensando cada vez más en
sí mismo volviéndose más egoísta. Recordemos: somos hombres, no mártires de
causas desperdiciadas a fondo perdido.
Una
queja habitual en el sexo opuesto, sobre todo cuando ya se ha llegado a una
determinada edad, en la que la mujer ya puede tener un criterio más realista de
lo que puede encontrar en el mercado en cuanto a hombres, bien podría ser que
conforme los tíos que se va encontrando avanzan en edad, éstos cada vez se muestran
más “cómodos”, egoístas, menos implicados y que invierten cada vez menos tiempo
y esfuerzo en sus relaciones. Porque claro, por pedir que no quede ¿verdad?
Pues de eso se quejan nuestras queridas amigas: ya no invierten tanto en ellas
como antes ¿por qué será? Igual olvidan que no son la única mujer en el mundo,
o quizás no se plantean por un solo segundo, en preguntarse el por qué.
Pero si
cada una de ellas, tuviera en mano un histórico de relaciones y resultados de
las mismas, y no lo leyera con los ojos habituales en plan: Bueno ¿y a mí cuánto me toca? entendería muchas cosas
del por qué ese hombre ha tomado la decisión de invertir cada vez menos en sus
relaciones. El problema, es que la mujer por regla general no piensa de esta
forma, pide empatía para sí y que la comprendan poniendo sus necesidades en el
primer nivel, pero no otorga esta misma reciprocidad y empatía hacía el varón
¿por qué?
Básicamente,
porque ellas pretenden que sigamos fieles a esa programación de hombre bueno y
perfecto, con una inmaculada capacidad de entrega, con carácter indefinido, y que raras veces a los hombres nos reporta
un grado de satisfacción o felicidad suficiente, como para mantenerla de forma
prolongada a lo largo de nuestra vida. No pierden el tiempo, por así decirlo en
invertir ellas de forma que el hombre encuentre una reciprocidad que le
incentive a dar más de sí, considerando que su exposición y muestra hacia el
varón, supone ya un ejercicio suficiente.
UN HOMBRE ¿NO MERECE
UNA
OPORTUNIDAD?
Esta
sería una buena forma de decirlo: una oportunidad. Según con quien des ¿OK?
pero lo habitual, es encontrarte con mujeres que en lugar de realizar una
inversión apostando por ese hombre concreto, es que ellas busquen o seleccionen
a otros hombres “más nuevecitos” o que al menos, en apariencia tengan un menor
desgaste que otros con un mayor histórico y experiencia en lo que a relaciones
se refiere. Cuanta más experiencia, mayor desgaste y por tanto menor inversión
en sus relaciones. Eso a ellas no les interesa. Sobre todo, porque a ellas les
rinde más buscar un hombre “por estrenar”, que invertir en uno que tenga más
historia, de forma que no tengan que exponerse, o puedan controlar más lo que
dan o dejan de dar.
No
quiero decir, que ellas no den oportunidades porque si las dan; pero siempre
con el siguiente, nunca con el que hayan estado en un principio, porque éste y
no el anterior siempre le supondrá un menor esfuerzo. Cuando una mujer acumula
experiencia y por tanto, también errores cometidos en sus relaciones siempre le
primará por encima de todo su imagen y la satisfacción de sus propias
necesidades, con un hombre “nuevo” con el que partir de cero, que con uno
“desgastado” que sepa ya de qué va el rollo y que no se conforma por
experiencia, con un escaparate que ya tiene calibrado. Sobre el hombre por
estrenar, siempre tendrá un mayor grado de control, que sobre otro con más
criterio y por tanto, más desgaste.
Ahora
bien, si gozas de un buen estatus y una buena apariencia, sí encontrarás
entonces en ellas un mayor margen de inversión y de “perdonar errores”
fundamentalmente porque en ese caso, si le merece la pena recular, invertir y
hacer un mayor esfuerzo. Si en cambio, eres un hombre medio o del montón,
olvídate de esperar esa empatía o de obtener otra oportunidad. Cuanto menos te
cueste aceptar esta idea, sin pensar en lo correcto o incorrecto, o en lo justo
y lo injusto, antes dejarás de esmerarte tanto en la tarea de pretender ser “un
hombre perfecto”. Date cuenta, perfecto o bueno pero ¿para quién? ¿para pasar a
ser un producto de consumo y una vez gastado ser desechado?
Al
final el lado oscuro del hombre, no es más que una consecuencia ensayo-error de
sus experiencias: es un fruto del desgaste, de sus frustraciones, del no haber
obtenido ese premio, que cree merecer por haber sido “un hombre bueno”. Porque
claro, al ser hombres de carne y hueso con necesidades ¿qué incentivo tenemos
para seguir mostrando nuestra capacidad de entrega? El hombre a día de hoy, no
encuentra una recompensa palpable a esta capacidad de darse en sus relaciones.
Se le dice que debe hacerlo porque sí, porque si no lo hace, no es hombre. Así
cada vez es más frecuente encontrar a hombres que ya no deseen invertir, porque
simplemente les sale más rentable no hacerlo.
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer,
aunque lo estés deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que antes,
porque lo que
acabas de leer aquí es verdad. ¿Qué no te gusta? No
te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas. Vamos ¿por qué no te
largas? ¿todavía sigues aquí? Ya
estás tardando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario