¿Te suena? A mí me suena
y mucho, y con esta paradoja de terminar en el suelo precisamente por no querer
caerme, me tengo que sermonear a mí el primero, en un discurso frente a un
espejo, que nos refleja a muchos. Y como no soy nadie para decirte lo que
tienes que hacer por ser yo el primero de los pecadores, te diré que sigas
leyendo (si quieres) por si puedes aprovechar algo. Yo desde luego, pienso
hacerlo. Como ves que si sigues avanzando, corres el riesgo de caerte, y no
quieres volver a acabar en el suelo, decides no andar. Vale, es una opción: Pues no ando y que se joda el mundo. Y
al poco de estar quieto y oculto en tu guarida, pones la TV y ves que al mundo
le da exactamente igual esa opción que has tomado. La vida sigue y al único que
le afecta esa renuncia a esconderse para “no mancharse” es a ti.
Vaya, pues visto que el
mundo sigue girando y que esa venganza de renuncia, no es tal… igual hay que
plantearse el tema de otra forma ¿no? Igual hay que aceptar ya de una vez por
todas, que estar en el mundo implica ensuciarse, por el mero hecho de estar en
él… y que inmaculadas y sin tacha, no quedan almas sobre la faz de la tierra,
que no lleven encima alguna herida o alguna cicatriz. A todos nos gusta el
material nuevecito y sin tocar ¿verdad? La cuestión es si esa ausencia de error
que le pedimos al otro o a la otra, somos capaz de llevarla nosotros mismos a cabo.
Como la respuesta es no, que no somos capaces, y que el error va implícito en
la condición humana ¿por qué le exigimos al otro que no se equivoque nunca y
que no nos joda la vida? Es fácil: no queremos del otro, lo que no soportamos
de nosotros mismos.
Y NO QUEDA MÁS REMEDIO…
… que convivir con aquél o aquella, al que consideramos “el
enemigo”, que no es tal. Todos manchamos, todos ensuciamos y nuestra mierda
huele mal como la de todo el mundo. Si aceptamos esto, y no nos consideramos mejores
que nadie, las piedras con las que te encuentres por el camino serán más
pequeñas y no habrá tanto obstáculo, ni tanta caída. Uno se cae, cuando está
pendiente de no caerse. No deja de ser jugar a no perder. Lo más difícil de
todo, aceptar la miseria propia, pero cuando la aceptas la de los demás no te
parece tan grave, ni tan obstáculo a evitar. No es que sea una conversación
frente al espejo triunfalista del conformismo, es que el capital humano en gran
medida, es error y miseria. Dejaría de ser miseria, si dejáramos de
considerarla como tal, porque forma parte de nosotros. Con el barro, con el que
uno se mancha, también se hacen ladrillos.
Se acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria,
el auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer, aunque lo estés deseando como un febril
borrego. Ahora sabes más que antes, porque lo que
acabas de leer aquí es verdad.
¿Qué no te gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas.
Vamos ¿por qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya
estás tardando…
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