Estaba yo pensando en un
guión apocalíptico de los míos, inspirado en el apagón de Nueva York de 1965,
el que tuvo como consecuencia el famoso Baby
Boom. Se les apagó la luz a los neoyorquinos, y se pusieron a hacer lo que
tenían que hacer. Y digo yo, que a día de hoy, un apagón de estos igual no nos
vendría mal para volver a poner los pies en la tierra. Ya que parece, que
cuando “está la luz encendida” el instinto queda aparcado en un segundo plano,
si la apagamos, o mejor dicho, nos la apagan… como animalitos que somos, pues
algo haremos. Cuando digo que la luz está encendida, me refiero a que estamos
enchufados a demasiadas dependencias artificiales, que nos mantienen alejados y
entretenidos de lo que somos en realidad, ocupados en mirar pantallas táctiles.
En esta película que te propongo, a día de hoy, no creo que una sola noche de
apagón fuera suficiente.
Para recuperar esta
humanidad y desear el contacto humano, bien nos haría falta por lo menos una
semana de apagón integral, para caer en la cuenta, de lo que realmente nos hace
falta y volver a aprender a andar, apartando lo superfluo. Una semana sin luz,
sin Internet y sin red de telefonía. Antes bastaba con cortar la luz, ahora
tendrían que caerse por lo menos un par de sistemas globales… Que sí que lo
entiendo, que habría consecuencias graves, pero este es el guión de una
película apocalíptica, alejado de zombies, invasiones extraterrestres o epidemias
de una gripe rara extremadamente virulenta. Es un apocalipsis quizás más
realista, de lo que nos suele ofrecer el cine de este género.
Si en 1965 bastó una
sola noche, para que a los neoyorquinos les entraran ganas de encontrarse,
amparados en la oscuridad, no teniendo otra cosa mejor que hacer… creo que con
una semana sin estar enchufados a un monitor enfermizo, conectados ocho horas
al día o más, sin mirar el móvil, sin poder ponerlo a cargar, sin teléfono
fijo, sin TV, etc. No nos quedaría más remedio que encontrarnos unos a otros.
El ser humano es así, solamente reacciona cuando no le queda más remedio.
Mientras tengamos algo que nos distraiga, y que nos parezca indispensable por
habernos creado una necesidad artificial, no lo soltamos. Pero si de pronto nos
lo quitan, quizá no nos quede más remedio que caer en conciencia y volver a
encontrarnos con nosotros mismos, sin necesidad de utilizar monitores y aplicaciones
que nos protejan a unos de otros.
Y ENTONCES…
Vaya película ¿eh? Aun
así supongo que como apocalipsis, por muy de andar por casa que fuera, habría
caos, conflictos, lucha por los recursos y violencia ¿de qué te hablo? De la
ley de la selva, de la ley por la que nos evitan pasar para lo bueno y para lo
malo, todos los interruptores que nos rodean. O espera ¿o no nos la evitan? ¿o
solo adormecen nuestros instintos para tenernos entretenidos produciendo,
oyendo y viendo lo que quieren que oigamos y veamos? Si estamos adormecidos, no
sabremos reaccionar. Probablemente haya algo de eso también. Si estuviéramos
una semana sin TV o sin red, ni siquiera podríamos enterarnos por la TV, por
Twitter o por Facebook, de que ha llegado el apocalipsis en forma de apagón
integral. Tendríamos que salir a la calle y verle la cara al vecino, o mejor…
¡a la vecina! ¿Sería tan malo? Sería volver a tener contacto humano.
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer,
aunque lo estés deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que antes,
porque lo que
acabas de leer aquí es verdad. ¿Qué no te gusta? No
te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas. Vamos ¿por qué no te
largas? ¿todavía sigues aquí? Ya
estás tardando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario