Cuando uno es pequeño y
le preguntan aquello de ¿Qué quieres ser de mayor? Siempre responde con el
corazón y nunca con la cabeza. Uno de niño responde siempre en base a lo que le
produce admiración, señala con el dedo a aquel deportista o superhéroe que ha
visto en el cine o en TV y dice Yo quiero
ser como él. No se plantea dudas, sabe a quien admira y quiere proyectarse
en esa persona. Esa imagen siempre viene acompañada por un deseo de gloria, por
la promesa de un triunfo futuro, por el protagonismo de la acción, por tener la
capacidad de salvar vidas, de curar, de salvar, de ser alguien necesario o
ganador. El triunfo, esa sería la palabra: cuando uno es pequeño y dice qué
quiere ser de mayor, lo que sale a flote es un deseo de triunfar. Y no
solo de triunfar, si no de triunfar ante todos: reconocimiento.
Creo que el fracaso de
todo ser humano medianamente capaz, viene precisamente por ese lado: por el
deseo de reconocimiento. Esa búsqueda, hace que te desvíes del verdadero camino
¿por qué? Cuando uno persigue la gloria, se olvida de lo que está haciendo y se
centra solo en la foto que se quiere sacar al final. La imagen de un ganador
deslumbra a todos, provoca envidias, genera admiración, hace que todos queramos
ser ese ganador, pero… a la vez, ese deseo de triunfar, hace que se nos
olvide que existe un camino intermedio, muy probablemente insalvable y
necesario, que hay que seguir para llegar a sacarse esa foto, que más tarde
todos envidiarán. Nunca he escuchado a nadie decir lo siguiente: Yo quiero servir. Al menos en voz alta.
Pero espera. Entre
servir y servir, hay una diferencia. Servir quiere decir atender a los demás,
pero servir también quiere decir ser útil. La palabra resulta cómoda y fácil de
usar cuando es a uno a quién le sirven ¿verdad? Es algo que agrada. Cuesta más
decirla, cuando se trata de yo sirvo a,
o yo sirvo para. El problema, es que
en este mundo hay muchas personas con deseo de triunfar, y no tantas
personas con el deseo de servir para algo sin importarles la gloria. Me
atrevería a decir que ese es el atasco actual, y origen del Matrix castrador que nos incapacita a
poder tener una vida plena. Este sistema al que estamos enchufados, nos
programa para creer en una imagen de éxito y triunfo bajo la promesa de ser
fiel al sistema.
Mentira. Una absoluta y
burda mentira. Una batalla irremediable en un abismo, no la ganan 200 generales
y un soldado. Al revés quizás sí. El problema es que todos queremos ser
generales, pero sin luchar. Queremos los galones porque brillan, y si luchamos,
no es para ganar la batalla, si no para que nuestra armadura brille más y todos
la vean de lejos. El deseo de triunfar es traicionero. Y
por ese mismo deseo, de sacarnos la foto que todo el mundo quiere ver, nos
hacemos esclavos. El mundo no necesita más generales, el mundo necesita
soldados. El mundo y el mercado, piden a gritos hombres que sirvan para
algo. Y cuya vida quiera ser más útil
que brillante. La batalla no la gana un general, la puede ganar un soldado…
UN SOLDADO CON PALABRA
Que sepa exactamente lo
que está haciendo, por qué lucha y asumiendo el riesgo de poder morir, para
llevar a cabo su misión. Un soldado con palabra, es un hombre que ante todo
quiere que su vida sea útil, que su vida sirva para algo. Esa es la única causa
noble a la que un hombre debiera enfrentarse. Generales de academia sin riesgo
asumido, políticos desde la adolescencia, doctos que se hacen llamar expertos
en el arte de la guerra, que jamás han pisado un campo de batalla. Mete a diez
hombres en una sala, y pregunta para que respondan a mano alzada ¿quién quiere
ser general y quién quiere ser soldado? Estoy seguro que al menos a puerta
cerrada, primará el ego y el deseo de triunfar se manifestará.
Un hombre que quiere
servir para algo, acaba haciéndose necesario para el mundo y para quien le
rodea. Un hombre que solo persigue el deseo de triunfar, piensa más en
sí mismo que en aquello que puede aportar al mundo. No somos conscientes de lo
valiosos que somos ¿sabes por qué? Porque pensamos y creemos que el verdadero
éxito es la foto y la armadura brillante. El verdadero éxito, es que lo que
hagas, digas o pienses, sirva para algo. Si ese trabajo y ese esfuerzo sirve al
mundo, entonces no habrá sido en vano. La pregunta es si estamos como varones
dispuestos a renunciar a la gloria, o si bien seremos capaces de pasar por
encima de ese deseo y morir al ego propio, para que nuestra vida de un fruto
real. Y tú ¿qué quieres ser de mayor?
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer,
aunque lo estés deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que antes,
porque lo que acabas de leer aquí es verdad. ¿Qué
no te gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas.
Vamos ¿por qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya estás tardando…
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