Era un domingo de los que yo llamaría de retiro,
aunque para ser más exactos, el aislamiento lo deseé para el fin de semana
entero. Había rechazado en contra de lo que me dictaba mi horóscopo, un plan
algo distinto al habitual para salir el sábado con un grupo distinto –Pues tú te lo pierdes- me dijo la amiga
que me invitó. Desde el viernes que había llegado exhausto a casa, agotado del
curro y tras unas breves cañas con mi socio para ponernos al día, lo único que
deseaba era cerrar la puerta, descansar y no ver a nadie. Solamente hice la
compra semanal, y bajé al Molly Malone’s
a ver el partido. El resto del tiempo… momificarme descansando, Paramount Channel, escribir a ratos,
hacer las tareas del hogar y disfrutar de mi inseparable café. –Vaya, se me van a terminar los Slims. Tendré
que ir al estanco a comprar- Hace poco que cambié de marca de Slims, y
estos solamente los tienen en estancos, ni en quiscos ni en bares, y en domingo
que todos cierran, el que me pilla más cerca, es de El Corte Inglés de Sol. –Así de paso me doy una vuelta, que me voy
acabar pareciendo a un ogro que no sale de su cueva-
Así que arrancándome de mi estudio, al que
estaba atornillado con los pernos de la desgana, salí a que me diera un poco de
luz solar en mi enfurruñado gepeto. –Uf
¡cuánta gente! Cuánto afán de consumo y paseo dominguero- pensaba mientras
observaba algunos rostros al esquivarlos sin poder mantener una trayectoria
recta. Yendo a toda prisa, parecía que la marabunta del centro de Madrid, eran
obstáculos colocados deliberadamente para convertir mi forzado paseo en una
yincana, al cruzar la Gran Vía, para
subir a Callao y después fundirme con
la masa al meterme en Preciados.
Gente, gente y más gente… estaba deseando coger mis Slims y volver a mi cueva,
para volver a disfrutar de una tarde tranquila. En todo caso, me tomaría un
café a la vuelta, en Quevedo, en mi cafetería preferida, para así hacer un
esfuerzo de integración consumista y tardar un poco más en volver al estudio.
Una vez dentro del templo que en su día fundó
Ramón Areces, fui directo a la planta baja, buscando el mostrador del exquisito
estanco, donde siempre suele haber algo de cola –Oh no… La chica de la promoción- Siempre hay una, me persiguen,
perdón: nos persiguen a los fumadores machos. Con un físico que suele rozar lo
espectacular, y una sonrisa de revista, sé que tratará de convencerme hasta que
me atiendan en mostrador, para que cambie mi marca de tabaco. Y como siempre
digo que no, no y no… siempre me sueltan alguna puntilla para hacerme ver, que
“de vez en cuando, hay que cambiar”.
–No seas borde, sé agradable… que cada
vez te pareces más a Gárgamel (el malo de los pitufos), no seas antisocial, que
la chica está trabajando- me repetía mientras se iba acercando mi turno de
forma lenta y lineal.
Delante de mí había un tipo enorme, muy gordo,
con una camisa negra y una mochila medio abierta lleva de comics. El tío, que a
pesar del frío pre-invernal que iba adentrándose poco a poco en Madrid, parecía
estar acalorado. Olía a sudor a un metro, respiraba fuerte y en una batalla a
vida o muerte, estoy seguro que de un golpe certero en la cabeza, se
desplomaría como un edificio en ruinas. –Este
cae con la de la promoción, ya verás… le va a comprar hasta la gorra del
uniforme- No debe ser grato el trabajo de estas chicas, lo reconozco. Tiene
que sonreírle a este tipo friki, gordo y sudoroso para arrancarle dos paquetes
de tabaco, con un mechero de regalo. Y después a mí, que soy un sieso, huraño y
de sí o no… que va a ser que no. Vine por mis Slims, y no saldré de este templo
del comercio sin mis Slims. Si no, me hubiera quedado en casa siguiendo mi plan
de cine, escritura y aislamiento.
BUENAS TARDES ¿USTED FUMA?
Dijo la chica de la promoción, con una voz
agradable, dulce y súper educada. Iba vestida como las chicas del paddock que
salen en F1, de amarillo y azul… Vamos, pasando “desapercibida”. Se la veía a
doscientos metros. ¡Qué pedazo de tía! eso no tenía nombre. Antes que pudiera
darme cuenta, el friki gordo y sudoroso, estaba siendo desplumado a placer.
Abrió su friki-mochila, revolvió entre todos esos cómics, y sacó un billete de
50€ y calderilla a granel, que probablemente le habría dado su madre por su
cumpleaños. Le compró dos cartones, porque con dos cartones te llevabas una
camiseta –Cómo sabía que este tío iba a
caer, lo sabía. Macho, no has llegado ni al mostrador- La chica Camel, había hecho negocio, y al friki
gordo, le había dirigido la palabra una tía buena, cosa que no debía ocurrirle
nunca –Sarna con gusto no pica ¿verdad
gordo?- Mientras este tipo se alejaba torpemente, no me dejaba pasar debido
a su tamaño, no podía llegar al mostrador. El friki y su aura de sudor que todo
lo inundaba, se resistían a abandonar el escenario.
Yo era el siguiente, sabía que no iba a caer en
la trampa, pero quería evitar ser un Mr.
NO, o un borde desagradable ante la probable insistencia de la señorita, al
intentar colocarme una marca de tabaco que no era la mía. No quería ni mirarla,
para que no se me pusiera cara de gilipollas baboso. Como pude, di un rodeo al
friki-gordo, que seguía revolviendo en su eterna mochila de adolescente,
guardando el premio de la promoción. Quería llegar al mostrador. Si conseguía
poner las manos sobre la mesa, estaría a salvo del embrujo de la chica Camel, y así evitar su hechizo. Para qué
negarlo, era una mujer alucinantemente guapa. Ella lo sabe, yo lo sé y todos los
allí presentes lo sabían. 1,2,3… ¡casa! Me apoyé por fin en el mostrador para ser
atendido, con la mala fortuna que el vendedor Rodríguez, se dio la vuelta y se metió por un momento en la
trastienda –¡Mierda!- Ahora estaba
indefenso, yo era la siguiente víctima de la chica de la promoción –Buenas tardes ¿usted fuma?- Continuará
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo
que tienes que hacer, aunque lo estés
deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que antes, porque lo
que acabas de leer aquí es verdad. ¿Qué no te
gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas. Vamos ¿por
qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya
estás tardando…
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