Desde mi guarida, donde nadie me ve y donde
tengo quizás almacenada el 100% de mi libertad, me dirijo una vez más a tu
atención para contarte lo que me dictan las entrañas. No me siento orgulloso de
lo que me dictan, y más cuanto lo de dentro entra en conflicto con lo de fuera,
eso quiero que lo sepas. Hoy volveré a hablar de amor, pero sin que se note
demasiado. Dentro, está lo auténtico: lo bueno y lo malo, capaz de lo mejor y
de lo peor. Fuera, está lo que hay, el laberinto, las condiciones y las
limitaciones. A veces, por no decir siempre, la verdadera libertad de uno
cuando está enamorado, no se encuentra más que dentro. Me gustaría decir que no es así, pero ya
sabes que esto no es una película por mucho que a ti y a mí nos guste el cine
épico. Algo así, como cantaría Camilo
Sesto en su clásico Vivir así, es morir de amor…
pero sin la teatralidad, ni el romanticismo pomposo, al que asociamos tal
concepto del amor. Reconozco que tengo que desempolvarlo… porque te aseguro que
el realismo a la larga, puede hacer que te conviertas en un reptil incapaz de
expresarse desde la libertad.
¿Morir de amor? Dios santo, qué bonito suena y
que malinterpretada está esta expresión. Da la sensación, que si tomas
carrerilla y te tiras por la ventana gritando el nombre de tu amada, estás
muriendo de amor. Pues mira, querido truhán amigo de los caminos fáciles y las
vías rápidas… Si haces eso, eres gilipollas con mayúsculas. A veces, morir de
amor implica renuncia, morir de amor implica silencio, respeto, aceptación… Las
más veces, morir de amor implica respetar a la mujer a la que amas aunque tu
cuerpo, tu sangre y tu instinto te dicten “no hacer prisioneros”. Y cuando
hablo de respeto, no me refiero a no tocar su cuerpo en el que desearías quedar encerrado de por
vida, si no quizás a no poder estar con ella, o a no intervenir en sus
emociones, por no destrozar su vida, o por no hacer daño. Si estás solo,
deberías ser egoísta… pero si no lo estás, no puedes pensar solamente en ti y
satisfacerte. ¿No te esperabas esto?
Pues si no te lo esperabas… ¿qué quieres que te
diga? Jódete, poco más te puedo recomendar si has optado por compartir tu
cuerpo, tu tiempo y tu espacio con una mujer. Si no eres capaz de asumir, que
en esta situación, no puedes ser un egoísta indefinido, es que no has entendido
que cuando son hombre y mujer, las leyes se construyen sobre la marcha. No
somos conscientes de la fuerza que puedan llegar a tener nuestras palabras y
nuestros pequeños actos, en el corazón de la otra persona. Por eso mismo, si no
estás realmente convencido de que lo quieres, mejor estate callado y quieto. No
regales tus entrañas, ni tu intimidad en cómodas y tibias entregas, como si
estuvieras pagando una relación a plazos… O vas, o no vas. Pero si vas, no
hables, no tantees, no pidas permiso. Ya que si es lo que quieres realmente, no
puedes ir a medias tintas. Actúa y prepárate para el golpe.
¿Perdona? Aquí, en este punto… el guapo de la
película se estaría riendo de esta escena. No puedes querer su vida, ni serlo
todo para ella y cuando antes lo aceptes, mejor te irá. Nadie pertenece a
nadie, por mucho que se le ame. Queda muy bonito en una canción y en un papel,
pero tío… ella tiene su vida, y tú deberías tener la tuya. Lo de ir a pecho descubierto, no es lo más inteligente,
pero no siempre se consigue lo que uno quiere, haciendo las cosas bien. Cuando
el ariete de tus sentimientos, emociones y demás… se arma conjuntamente con tu
instinto, es difícil apuntar en la misma dirección que tu lógica y conciencia.
Así que si vas a echar la puerta del miedo abajo, ten las maletas preparadas
por si tienes que irte mañana, por si no hay rincón, cajón, desván o trastero,
donde puedas depositar todo lo que has venido a darle a esa mujer. Quizás lo
que llevas dentro, a ella no le sirva para ser feliz… o quizás sí. ¿Sabrás
asumir tanto el sí como el no?
A día de hoy, todavía quedan hombres que
firmarían mañana mismo, un contrato de permanencia matrimonial, con mujeres a
las que apenas conocen, pretendiendo comprar la relación, asegurarla, aferrarla
y encerrándola en un resumen de condiciones, que creen que les da algún derecho
a disfrutar de una mujer por el mero hecho de firmar/comprar... Ese contrato no
deja de ser un intento de compra, pero la voluntad de las personas no se puede
comprar, ni asegurar, ni poseer. Por eso cuando quieras estar con ella, debes
estar seguro que ni ella lo necesita, ni tú tampoco… porque si no, no será de
verdad, será un comercio, un compromiso de los muchos que se soportan por
intercambio de necesidades. Así que, si no estás preparado para asumir las
consecuencias, de todo aquello que llevas dentro al arramblar con todo,
entrando en la vida de la mujer a la que crees amar… Mejor quédate quieto. No
quieras alterar su mundo, si no estás dispuesto a alterar el tuyo propio.
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer, aunque lo estés deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que
antes, porque lo que acabas de leer aquí es verdad. ¿Qué no te gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las comedias
románticas. Vamos ¿por qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya estás tardando…
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