No conozco a una sola persona, que opte
voluntariamente por reconocer debilidad de forma pública y notoria. No mola, no
gusta, no cae bien… es algo que puede dar pena, lástima y hasta asco. Reconocer
una debilidad, es algo que solamente se hace en confianza con alguien a quien
quieres, o con alguien en quien confías. En una pareja por ejemplo, si te pasas
la vida dándole la chapa a tu novia, o a tu mujer, con tus preocupaciones y tus
problemas, verás cómo poco a poco se vuelve más intolerante y más insoportable
contigo ¿Qué no? haz la prueba. Te reto… ¡te reto dos veces! A ver cuánto duras
como hombre que se abre a las emociones. Sí, ya… ya lo sé, no soy un hombre
moderno y abierto de miras, de esos que lo aceptan todo sin criterio. Soy un
primate, un mono, un simio, o quizás un neandertal, que se quedó atascado en
este siglo por una mera razón: alguien tiene que recordarte lo que eres y de
dónde vienes. Alguien tenía que hacerlo…
Dentro de mis notorias limitaciones, las
verdades absolutas y categóricas que sigo, y que no deben ser más que tres o
cuatro en la práctica, me aferran a la sangre y al instinto como principal
recurso de supervivencia. Sí, mi querido amigo… los listos y los guapos también
mueren, por mucho que se adapten a los nuevos tiempos. Si hay algo que me
consuela en este momento, es que al final, todos estamos hechos de lo mismo,
salimos por el mismo lado cuando venimos al mundo, y cuando lo dejamos… nos
apagamos. No somos tan distintos. Te hablaba de debilidad y de confianza ¿sabes
por qué? Porque estamos en guerra, y no te has enterado. Es la guerra de un
primate que, bajo sometimiento a su propia evolución, ha sustituido la carne,
la sangre, el pensamiento y el ocio, por una máquina que le ahorra trabajo.
Nuestra debilidad, la suplen las máquinas con eficiencia, y a ellas se la
confiamos.
Una guerra, en la que vaya por delante mi
visión apocalíptica de la evolución, nuestro depósito de confianza, cada vez
habita menos en las personas que nos rodean, y cada vez más en los objetos que
compramos y fabricamos, y que utilizamos. Nos ahorran trabajo, nos ahorran
pensar, nos facilitan las labores domésticas, hacen más fácil la comunicación a
distancia… y nos entretienen. Todo es más rápido con una máquina en la mano. Antes,
los primates en manada, se entretenían entre ellos. Ocio, sexo, trabajo,
búsqueda de información… No quiero que esto sea una especie de “todo tiempo
pasado fue mejor”, porque la sensación de continua deriva, a coexistido con la
civilización, desde que aquel primate se encontró con el monolito en 2001 Odisea del Espacio, y de pronto tomó
conciencia de sí mismo, comenzó a pensar y a evolucionar.
ECCE HOMO
Por eso, estaba yo tan tranquilo en mi cueva
hasta que el monolito o la piedra filosofal, o el progreso se cruzaron en mi
camino, siendo yo un simple primate… Y aunque parezca una broma, no lo es. Cada
vez que veo la escena del primer amanecer del hombre, bajo el simbolismo de Stanley Kubrick en 2001 Odisea del Espacio,
por un lado me siento más humano. Pero el monolito… Creo que sin ese monolito
que supuestamente nos filtró aquel primer amanecer consciente, siendo aún
primates, quizás estaríamos todos más tranquilos (e inconscientes). Que por
cierto... no hemos dejado de ser primates. Pese a quien le pese... al menos de
momento. Un primate con conocimiento de causa, que cree saber más de lo que
sabe, y que suele olvidar que solo es una ínfima y micronésima parte de un
todo. Vamos, que a escala colectiva, el mundo seguiría girando estuviera o no
estuviera... y a nivel individual, el mono se vuelve hombre, capaz de lo mejor
y de lo peor.
¿Quién soy yo para hablar? Nadie. Pero si
depositamos toda confianza en un objeto que funciona, o que podría llegar a
funcionar solo, con independencia de nuestra propia voluntad… tarde o temprano,
nuestra existencia no tendrá razón de ser. El primate en manada, cazaba con
palos y piedras. Si se le perdía un objeto, éste era fácilmente reemplazable
por otro, porque la esencia del acto, y de la función, habitaban en el primate.
Pero a ti, si se te pierde el Smartphone, o se te jode el portátil, o
simplemente… hay un apagón, o tu máquina de confianza deja de funcionar de
repente… Si el cajero automático del banco, se come tu tarjeta y no te la
devuelve… ¿qué es lo que pasa? ¿cómo puede verse afectada tu vida social? ¿tu
trabajo? ¿tu ocio? Quiero que lo pienses, solo por un momento. Estamos
confiando en objetos, que nos convierten en seres innecesarios. Y si no ahora,
veremos qué es lo que pasa, cuando realmente, y no metafóricamente, no podamos
vivir sin ellos, o nacer sin ellos. Después de todo, al primate nunca se le fue
la luz.
Se
acabó lo que se daba: se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el
auto-engaño, la sugestión y la piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer, aunque lo estés deseando
como un febril borrego. Ahora sabes más que antes, porque lo
que acabas de leer aquí es verdad. ¿Qué no te gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las
comedias románticas. Vamos ¿por qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya
estás tardando…
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