Arrancando un último
beso, y deseando a toda costa quedarme a vivir en ese sueño, tuve que separar
mi cara de la suya para mirarla directamente a los ojos. Mi alma había quedado
partida en dos en aquel momento perfecto, que debía destrozar por el bien de mi
propia salvación, pero sus ojos estaban allí esperando atentos una reacción de
impulso para continuar. Quizás creyera que estaba tomando aire, quizás creyera
que quería contemplar su belleza antes de seguir devorándola… quizás creyera
que todo era perfecto. Ese mismo había sido mi pecado sin salvación hacia ella:
haberle hecho creer que todo era perfecto. Ya no había vuelta atrás.
–Espera, tengo que decirte algo importante- y ella, sin esperar mis
palabras, se quedó fría por completo, cambiándole la mirada. Era como si sin
hablar, supiera perfectamente lo que le iba a decir, como si me hubiera
atravesado la conciencia, el cuerpo y el pensamiento al haber detenido de una
forma tan súbita un instante tan ideal. Nada es tan perfecto. Si parece
perfecto, es que es mentira. Se echó hacia atrás apartándose, porque vio que mi
expresión no era ni mucho menos una broma. –Dime-
me dijo con un tono mitad serio, mitad miedo –¿Qué pasa?- Volví a pegarme a ella, para preparar un beso
convincente, pero mis palabras se adelantaron: –Quiero que sepas que te quiero, pero no puedo seguir engañándote-
Sus párpados bajaron casi hasta cerrar su mirada de sorpresa, convirtiéndola en
una fría indiferencia –¿Y…?-
respondió previniendo lo que continuaría:
–He estado viendo a más mujeres mientras hemos estado
juntos-
En ese momento sin saber de dónde, tomó la sábana casi al completo, tapando su
cuerpo desnudo y negándomelo a la vista como si la fuera a robar. Tomó
distancia y se pegó al último borde del foot-on, como tomando carrerilla
apoyando el codo, a la defensiva y sin destaparse. A mí se me debía de haber
puesto la cara de Jack El destripador,
de Mr. Hyde, o de algún asesino en
serie, porque de forma inevitable, apoteósica, cinematográfica y sonora cuan
latigazo, me llovió en la mejilla izquierda la reina de las hostias, recogida
en la historia bíblica de mi puto careto, como un greatest hit. Nunca y digo nunca antes, me había ganado
semejante hostión por parte de nadie. Ni
queriendo ni sin querer. No me lo había llevado en vida, ni ganado, ni perdido…
lo que no me llevé ni por accidente, me lo tuve que llevar haciendo una macabra
penitencia después de haberla palmado.
Y aunque esto solamente
sea una aventura en un limbo a evitar para no caer en una condena eterna, entre
el bofetón que me dio mi amada, y dicha condena… No sé yo si decirte que me
quedo con lo segundo. En el eco de aquella hostia, el tiempo quedó parado como
en el interior de un congelador, tomando la realidad un color ausente de blanco
y negro, adornado con el hormigueo de la TV cuando queda desintonizada. Todo se
iba perdiendo, deshaciéndose la realidad poco a poco, como si ese gránulo
televisivo fuera devorándolo todo sin dejar ya distinción alguna para las
siluetas y los sonidos. Al menos la niña de Poltergeist
veía una luz, pero yo me había quedado KO y en el vacío. –¡Espera!…-
Bajo aquel hormigueo,
muy bajito y lejano podía distinguirse algo: –Esto lo conozco, esto es… ¿el final?- El canal volvió a sintonizar
poco a poco, y fue apareciendo en pantalla un tipo gordo con smoking y pajarita
hortera, que dentro de un ring de boxeo, anunciaba micrófono en mano, con
música de trompetas triunfales, una gran mentira –No ha sido tarea fácil para los jueces… ¡señoras y caballeros! El
ganador de este combate es Apollo Creed- –¡Mientes maldito gordo hijodeputa!- pensaba para mí, mientras
escuchaba a Rocky gritar desesperado
el nombre de Adrian una y otra vez.
Hecho polvo y destrozado, rodeado de forma agobiante por periodistas, le daba
el igual el resultado del combate, le daba igual haber perdido, le daba igual
toda la mierda publicitaria y la lucha por el título… él solo quería que
volviera Adrian para abrazarla y
decirle que la quería.
De nuevo estaba sentado
sobre mi cama, viendo el final de Rocky,
mientras el susodicho, me miraba desde el otro extremo del salón, con una
sonrisa de satisfacción –¿Ves? Eso es lo
que realmente importa- decía señalando el final de su propia película. Él
estaba orgulloso de aquél final, a pesar de haber perdido el combate ¿podía yo decir
lo mismo? Por fin lo había entendido… pero me había quedado tieso antes de
tiempo. Ya era tarde.
–Y ahora ¿qué va a pasar conmigo?- le pregunté.
–Ya está todo hecho culebrilla. Mientras vienen a recogerte…
vamos a matarnos las últimas Voll damm que te quedan ¿OK?-
–¡Venga va! ¡Hecho!- y sin perder la sonrisa, abrió el frigorífico y
cogió las dos cervezas como si fueran canicas.
–Toma anda… que ha sido un día jodido-
–Sí, desde luego… pero ¿se puede saber por qué coño me tengo
que ir así? No es justo-
–Fue tu opción, callarte y reventar-
–¿Cómo que fue mi opción? Yo no quería morirme- le dije después de
meterle un trago largo a la Voll Damm.
–El infarto te dio porque callaste-
–¿Callarme yo? Pero Rocky… si no me callo ni debajo del
agua-
–Sí… y lo sabes. Ya sabes de quién te hablo-
–No jodas ¡eso ni tocarlo!-
–¿No quieres que la mencione?-
–Ni se te ocurra-
–Pues que sepas, que ha sido por eso. Te pudo la ansiedad
por aguantar en tu silencio, se te agarró al pecho… y por eso la diñaste-
–¿Te puede dar un infarto por eso?-
–Ya has visto que sí chaval… que se lo digan a tu fiambre-
–¡Pues vaya mierda! Oye ¿seguro que no quedan más cervezas?-
–Solamente tenías dos-
–Lo dicho… ¡vaya mierda!-
–¿Crees que te ha servido de algo tragártelo todo campeón?-
–Si lo hubiera sabido, hubiera actuado de otra forma…- Y con resignación, hice
un brindis con lo que me quedaba de Voll
Damm, chocamos las latas y ¡venga! ¡de un trago!
El móvil volvió a sonar
¿me estaban llamando? –Mira, ahí los
tienes ¡ya vienen a recogerte!- dijo Rocky
levantándose y colocándose la chaqueta.
–¿Ya vienen? ¿Quiénes vienen?- pregunté acojonado
perdido.
–Los de siempre. Ha llegado la ahora chaval, me tengo que
ir- Rocky desapareció de pronto y el móvil
no dejaba de sonar. No quería ni mirarlo… y mucho menos cogerlo ¿Los de
siempre? ¿Quiénes coño eran los de siempre? Alguien empezó a aporrear la puerta
de forma violenta y ahí supe, que se me había terminado la fiesta. Opté por coger
la llamada antes de que echaran la puerta abajo. Respiré hondo, cerré los ojos
y ¡pam!...
Estaba tirado en el
suelo de mi estudio, aturdido, sin saber qué hora era y el móvil que tenía que
haber cogido, seguía sonando sin parar de forma insistente. En la TV había terminado
la película y estaban dando los créditos, mientras yo, como un gilipollas, me
había caído de la cama, pegándome una buena leche en la cabeza, de las que te
hacen chichón.
–¿Si?-
–¡Qué pasa chaval!-
–¿Alfon? Joder, menos mal que eres tú tío-
–¿Menos mal? ¿Qué te ha pasado?-
–Nada tío, te lo cuento y no te lo crees-
–Vaya voz que tienes ¿estabas durmiendo?-
–¿Durmiendo?… teniendo pesadillas más bien. Oye mira, mejor
te llamo luego ¿OK? Cuando me despeje, hablamos para tomar algo-
–OK-
Aliviado desconecté. –En la puta vida, me vuelvo a quedar dormido
viendo Rocky… Ufff! Pero… ¡Espera! ¿qué coño hacen aquí dos latas de Voll Damm
vacías?-
[fin] Si te perdiste la parte IV.
Se acabó lo que se daba:
se acabó la tontería, la estupidez, la feria, el auto-engaño, la sugestión y la
piedad contigo mismo. No te voy a decir lo que tienes que hacer, aunque lo estés
deseando como un febril borrego. Ahora sabes más que antes, porque lo que acabas de leer aquí es
verdad. ¿Qué
no te gusta? No te preocupes, siempre te quedarán las comedias románticas.
Vamos ¿por qué no te largas? ¿todavía sigues aquí? Ya estás tardando…