De
pequeño me mandaban callar a menudo. Parece que ese ha sido mi sino desde
siempre. En casa perseguía a mis padres con mis argumentos hasta el hartazgo.
Mi madre solía emplazar a la llegada de mi padre, la resolución de mis
preguntas incómodas. Cuando llegaba mi padre de trabajar, con la cabeza hecha
un bombo y cansado, debía resoplar y echarle paciencia. A menudo las
explicaciones de mi madre y las de mi padre, para las mismas preguntas, eran
distintas y esto era algo que me generaba contradicción, y que además me hacía
preguntarles más, porque no me cuadraban las piezas del puzle. Recuerdo a mi
abuelo, señalándome con el dedo, mientras le preguntaba a mi padre en tono bronco
de queja con acento malagueño ¿Qué hace
el niño hablando de política? En un rato en el que estaba sentado con mi
padre, en el balcón de casa de mis abuelos durante las vacaciones, atiborrándole
a preguntas de las mías, sobre las cosas que escuchaba en las noticias y que
como niño, no entendía. En el colegio también me mandaban callar, pero como los
profesores no tenían la misma santa paciencia que mis padres, solía acabar
castigado fuera de clase, o con una copia para el recreo, o con algún tipo de
penitencia pública, propia de la edad.
EN LO BUENO Y EN LO MALO, EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD, EN LA RIQUEZA Y EN LA POBREZA…
Vamos a
ver, porque ya me estás tocando los cojones,
hablando en plata. Das cosas por buenas y por normales, que no lo son… y
parece ser que esas cosas, son estrictamente necesarias, para meterte en la
misma cama, bajo el mismo techo y bajo ciertos acuerdos deseables de los que a
todos (incluido a mí, que no hay dios quien me aguante) nos gusta disfrutar,
porque son la vida misma y lo natural, pero que no entiendo el por qué… aceptas
comulgar con ruedas de molino para vivirlos. Lo terminas desvirtuando y
jodiéndolo todo. Ni si quiera te cuestionas que estos acuerdos, condiciones e
imposiciones, sean buenos, malos, o regulares. A ver, la parte buena es la que
queremos todos: compartir nuestra vida, corazón, tiempo, cuerpo, voluntad y
todo lo demás (si es que queda algo por entregar) con una mujer, que vaya
papeleta en mano con el número premiado… Porque sí hijo, sí… cómo crees que te
ha tocado a ti el sorteo, le ha tocado también a ella ¿o es que no lo ves? Me
cabrea, porque parece que te han salvado la vida; pero no te enteras, de que tú
eres el mismo tío antes, durante y después. Esto es lo que parece que eres
incapaz de asumir en tu puta cabeza...
¿A TI DE VERDAD TE GUSTAN LAS MUJERES?
Que
digo yo, que después de saber tanto de mujeres… O mejor dicho, de creer que
sabemos tanto de mujeres y de nuestras relaciones con ellas; ya va siendo hora
de dejar de saber tanto, y aparte de asentir y aplaudir desde lejos con todos
nuestros enunciados, mientras ella no sabe que sabes más que los demás… Pues
que empieces de una puta vez a respetarte a ti mismo sabiendo lo que sabes.
Porque sí, porque sabemos que te has enterado de todo, pero que a la hora de la
verdad te cambia la cara y el pulso, y todo lo que das por cierto en tu cerebro
primario y en tu instinto, lo mandas a paseo cuando te pica la entrepierna. Ese
es tu maldito punto débil, y por no saber aguantarte y tener paciencia, todo tu
instinto es echado a perder. ¿Crees acaso que el instinto no es inteligente? Te
equivocas ¿o reduces solamente el instinto a bajarte los pantalones?
Sinceramente, me tienes harto. Sabes lo que tienes que hacer, pero no te sabes
aguantar y vas por ahí pidiendo parches y mendigando tapar agujeros. No eres un
hombre, eres una parodia caricaturizada de tu propio pene con dos brazos y dos
piernas. Así que ahí van tus pildoritas de viagra:
SOMOS DEMASIADOS PARA QUERERNOS DE VERDAD
Todo
empezó con un fenómeno llamado Baby-Boom,
después de la segunda guerra mundial.
Empezaré diciendo que a partir de ese hito en la historia, los números dejaron
de cuadrar ¿y por qué dejaron de cuadrar? Por algo tan sencillo como que somos
demasiados. Hay personas que no lo admiten, y que abogan por una teórica
justicia, alegando que el ser humano es egoísta y que los recursos están mal distribuidos.
Lo primero es verdad, lo segundo es mentira. Sí, he dicho que es mentira, y
como tantas otras mentiras, suelen venir disfrazadas de verdades políticamente
correctas. Lo puedes aceptar o no, puedes hacer cálculos si quieres y enunciar
una teoría política salvadora, que podrás enmarcar para que te den un premio en
un concurso patrocinado por alguna ONG. Nada más que papel mojado. De todas
formas no te voy a hablar ni de ecología, ni de desarrollo sostenible, ni de
reparto de recursos. Hoy tampoco cantaré We
are the World, ni tampoco te cantaré las cuarenta, ni te echaré ninguna
bronca porque lo veo inútil… solamente te voy a hablar de hombres y mujeres
reales, que se buscan la vida con lo que hay. Nada más.
¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?
Las guerras,
las batallas, las armaduras y las espadas, por sí mismas no valen nada si no se
empuñan por algo. Las arengas, las poses, los discursos y la instrucción no
sirven de nada si no hay alguien detrás. El
hombre es guerrero, pero no ha nacido buscando la guerra. Una batalla
solamente tiene sentido cuando se trata de defender a tu gente, de salvar a los
tuyos, de que nadie muera. Hay gente que se obceca en defender causas que ni si
quiera le tocan, o que defenderían hasta la muerte una verdad. Bueno, miento…
esto no es así, en el mundo hay más cobardes y borregos que héroes; pero no
todos los que parecen héroes lo son en realidad. De cara al mundo, bien podrían
parecer causas nobles; pero la única causa noble son las personas. Jerusalén no es la tierra, no son sus muros,
es la gente que la habita, y si hay que perder la tierra y los muros que la
encierran para salvar al pueblo, que caigan sus muros si así se consigue salvar
a la gente. ¿Quién es el enemigo? La avaricia humana, no hay otro enemigo
más grande que ese. Defender la patria, la tierra, la identidad, la riqueza y
el idioma, no tiene objeto si no se salva a las personas que viven en ella y
por ella.
TENGO UN PROBLEMA DOCTOR: ESTOY ENAMORADO DE AUDREY HEPBURN
Una vez
más me había ido de cañas con mi colega Sigmund
Freud, le pago la consulta en cervezas porque hemos llegado a ese acuerdo.
Pues sí doctor, estoy jodido… estoy enamorado de una mujer que murió hace un
par de décadas y que jamás conoceré. Me veo hecho un friki amanerado de Audrey, mujer de la que estoy
profundamente enamorado, porque no veo otra forma de amarla, que no sea viendo
sus películas una y otra vez… colocándome en el papel de su galán protector. Freud, me miraba con condescendencia
mientras se apretaba un buen trago de Paulaner,
me miró por encima de las gafas y me dijo: En
efecto estás jodido querido amigo, pero que muy jodido. Era verdad, así que
tuve que asentir y agachar la cabeza. Le daba mis explicaciones, y me
justificaba, mientras fantaseaba con la idea, de cómo hubiera sido lo nuestro
si Audrey Hepburn y yo, nos
hubiésemos conocido en la vida real.
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